Wednesday, October 18, 2006

Los vientos de cada uno


Están cayendo catanas de punta en Cádiz. LLuvia horizontal, olas lechosas y varillas de paraguas en las cunetas. Es algo que me produce cierto placer; una energía que entra por los gemelos, un poder extra que me hace sentir fuerte y me lleva al sitio de dónde realmente procedo, una suerte de empujón salado a pescar cachalotes. Es también, hasta cierto punto, una venganza contra el after-sun, empañada quizás porque la falta de calcetines en el cajón. Vivir en la punta Sur de Europa tiene estas cosas. "Nunca te olvides que, por mucho que viajes, por muy lejos que te escapes, tu viento es el Noroeste, porque creciste con él", me dijeron un día. Y tenían razón. Intenté explicarme una vez hace tiempo, y aquí os lo dejo. Advierto que el artículo es sincero, pero un punto cursi, como todo lo que se escribe en otoño. Bueno, todo no. Lo que ha escrito el Pescador es bueno verdad.

QUERIDO NOROESTE:

Hace tiempo que no nos vemos y por eso te escribo esta carta. Demasiados meses sin que me pongas los pelos de punta con tu escalofrío, sin que me peines hacia atrás en en la barandilla de La Concha, severo, duro, racheado como tú solo. Yo aquí, en Cádiz y trabajando mucho. Bien, ya sabes, sin mayores temporales. Aunque, de pronto, miro la playa y me da un nosequé cuando me acuerdo de tí, de la última vez que nos vimos, compañero. Un año. Casi nada. Faltaba poco para el día aquel de la maleta llena de ilusiones y cuarto y mitad de pena ¿te acuerdas? Te pasaste un poco cuando casi tiras a la Pruden, con sus 70 años, la pobre, en la esquina del Boulevard de Donosti. Como siempre, hacías sonar los obenques de los barcos del puerto, y metiste tres olas gigantes, tres en tu Paseo Nuevo, que es tuyo por derecho propio. Y la noche en la que le volaste el gorro de cocinero a media Tamborrada y Paco y el aita tuvieron que correr entre la gente para cogerlo...
Pero sabes que me fui, y estoy, como dicen aquí, de lujo. Quizás haya demasiado verano,
demasiado sol, ya sabes, y por eso ya estoy como loco por ponerme el abrigo e irme a meterme contigo, a desafiarte, a sentirte llegar desde detrás del Monte Igueldo, puñetero. Aquello queda lejos, pero, ¿porqué no me haces una visita algún día? Cádiz te gustaría. Es muy koskera, como el puerto de Donosti aunque a las karrakelas les llaman burgaíllos, y no atraca el Aitona Julián.
Los gaditanos te gustarán. Gente antigua, con solera. Igual te ponen alguna pega el primer primer día que vengas, porque no te conocen y
les impedirías ir a la playa... pero luego te harán como de aquí, te sentirás como en casa y hasta te pondrán un nombre: «Viene la norestá», dirían, o algo así.Vaya usted a saber, que son muy suyos los tíos. Lo primero que te encontrarías sería la playa de La Caleta, que aquí es como una señorona de la que habla todo el mundo. Allí te esperaría yo. Y nos iríamos a barrer el barrio de La Viña, y a liarla con las vendedoras de la Plaza de las Flores, a escuchar a Kid Betún, ya verás. Nada, que te dejo con un dolorcillo en el cuore y algo por la garganta que supongo será morriña. Ya tengo preparado el chambergo. Te echo de menos. Cuídate. Agur.

Artículo publicado en el suplemento LV2 de La Voz de Cádiz el 18 de septiembre de 2005.


La foto fue tomada ayer por Tamara Sánchez, una de las fotógrafas más discretas del mundo a la que, por cierto, tampoco he pedido permiso para la publicación (no estaba)

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