Dios en el Falla
Los púlpitos no están para bollos, pero por fin podrán ver a Dios en el Falla. No lo busquen en el J&B con cola del ambigú, ni entre musculados comparsistas agasajados por las jóvenes. Tampoco esperen encontrarlo entre las filas de consolidados coristas, tótems del tango y la finura, ni en las caídas de ojos de las ninfas. No estará tampoco entre las instituidas enciclopedias del cuplé o los protagonistas de los gritos del Paraíso. Ni siquiera en los cálidos abrazos de María la Yerbabuena. Y sin embargo, no les costará verlo. Lleva túnica blanca, peluca color plata de abuela yeyé, el ojo que todo lo ve en lo alto de la cabeza, gafas y tablero. El Dios del Falla llega cargado de cuartetas que ha memorizado en más de una semana y no tiene aire de descansar el domingo de coros. Si el humilde Cristo entró con toda su jeta en la casa de los mercaderes, los romanceros de Cádiz, habitantes de las esquinas desconchadas del ingenio de La Viña, francotiradores del verso a bocajarro, ponen este año un pie en el Falla, hartos de un concurso arrastrado por locales atiborrados y sin la infraestructura que merece su esfuerzo. Este jueves Dios será, lo conocen, Salvador Fernández Miró, que encabezará (por eso de la altura), a las demás divinidades celestiales de la rima. Habrá un gentío de angelotes cachondos: algunos tan insignes como Sergio, Paco Mesa o el Ketama, que también será ángel pese a la cara de malo. No dirán entonces que el Falla no es el Olimpo de la gracia.
+ Artículo publicado en el suplemento de Carnaval de LA VOZ de Cádiz hoy 13/2/2007
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